Enfoques.
—“Bueno ese bruto, animal, bípedo empedernido, cree que todo es como de caramelo o qué demonios le sucede a ese animal. Apunto de matarse y dice; “¡ay! míralo como intrépido”. Sí, como intrépido; eso locura es seguro. Luego el torpe creyéndose inocente, pero qué le pasa como hasta se cayó y mirando al viejito que ahí estaba y no pudo frenar, pero bueno eso sí qué divertido, lo malo es que si en ese momento no hubiera estado ¡tan…ay! ahí la lela de mi; te sientes bien, no te lastimaste muy feo, pero qué le sucede a ese bruto; si es como un trapo sucio embarrado de semen tirado en un rincón, pues puede hacer lo que los profes piden, pero es bien ñoño quiero decir, a mí no me gusta la palabra ñoño”
—“Bueno ese bruto, animal, bípedo empedernido, cree que todo es como de caramelo o qué demonios le sucede a ese animal. Apunto de matarse y dice; “¡ay! míralo como intrépido”. Sí, como intrépido; eso locura es seguro. Luego el torpe creyéndose inocente, pero qué le pasa como hasta se cayó y mirando al viejito que ahí estaba y no pudo frenar, pero bueno eso sí qué divertido, lo malo es que si en ese momento no hubiera estado ¡tan…ay! ahí la lela de mi; te sientes bien, no te lastimaste muy feo, pero qué le sucede a ese bruto; si es como un trapo sucio embarrado de semen tirado en un rincón, pues puede hacer lo que los profes piden, pero es bien ñoño quiero decir, a mí no me gusta la palabra ñoño”
Podía verse así andar con una especie de aire que aparentaba como si algo muy certero esa señorita tuviera dentro de sí, era Yeinulí, que de pronto sentía desde su más arraigado ardor del pecho algo que brotaba y emanaba en forma de coraje, una energía que ella misma no podía explicarse pero que la aventaba a caminar con toda decisión ese tramo que de alguna manera le parecía conocido y le traía algún recuerdo de antaño como si el recuerdo de verdad relumbrara, a pesar de su estado colérico de momento. Ella había dejado de caminar años atrás ese rumbo y por el cual decidida con toda firmeza, sabía que no volvería a pisar no volvería a pisar porque era ridículo y no sólo eso sino que también era sorprendente para su alto grado de percepción que hubiera seres así. Ella iba pensando en lo desagradecido y lo poco perceptivo en cuanto a sensibilidad que llega gracias a la irracionalidad y así podía ser una bestia o dos o tres o hasta en algún momento, de lo que ella consideraba su etapa primera, todo el mundo humano podía ser una bestia y más gente como ese Trunsky Centéno.
— ¡Oh!, esa mujer Yeinulí, cómo es que habrá pensado de mí después de todo lo sucedido, pero ésta naturaleza que agarra el ser y de pronto por arte de magia por arte de algunas plantas o por arte de la contemplación o por arte de una piel como la de Yeinulí o por arte o harte de cualquier cosa, agarra el cuerpo eso que hemos acordado nombrar como “cavernicolésco” dentro de todas las sensaciones en recepción del cuerpo lo apaña. Y uno así de virginal ante la primera o las primeras veces de muchas cosas y ¡oh!, qué es lo que sucede cuando se desborda en el cerebro imágenes y hasta las palabras son muy largas para pronunciarlas a la misma velocidad que las imágenes arremolinándose dentro, luego así de esa manera, qué dirá Yeinulí, o dirá algo, cómo hasta su bicicleta apareció por acá, supongo que eso fue obra de alguna intrepidez, je, je, intrepidez que palabra tan para mujeres he pensado, pero me atormenta Chuela, me atormenta; qué dirá de esa demostración que el azar da a jugar a una alama cualquiera, donde pareciera que no, pero esa alma se juega la vida y el azar de pronto dominándolo todo y cómo habrá visto ella sobre sus ruedas de bici rosa, que ahora veo, cuando pedaleábamos y avanzaba yo delante de ella y ¡fraz!, que se resbala gracias a la lluvia que comenzaba a arreciar, mi pie derecho y con el impulso del resbalón del pedal que sufrió mi pie todo cuerpo se inclinó hacia ese lado y tras de mi un camión a un lado del camión cuando de reojo mire, Yeinulí con un rostro de no saber muy bien lo que sucedía frente a sus ojos pero que adivinaba no grato, mientras yo, ¡ah! Chuela; tratando de controlar primero el manubrio y después de acomodar el asiento que gracias al impacto con el pavimento a alta velocidad de mi pie resbalado, se había puesto chueco de su lugar, y ahí con el morral cargando con el vino dentro, que era lo que más tenia que cuidar, pero qué intrépido te das cuenta Chuela, Chuela pero qué intrepidez, todo eso sobre un puente mojado. Dónde dime tú de dónde más y luego esa noche, ¡oh! La tinaja de agua hirviente del choque cromo somático que hablaba Don M.S. Papasquiaro, como dice **** en la entrada de su análisis sobre el libro del quijote, en la edición del cuarto centenario del libro “antes que nada Don Quijote de la mancha”, así a éstas andadas de cegatones, “antes que nada ese choque cromo somático con ella, con ella” con ella Chuela… de ahí para acá todas las intrepideces y brotes frutaletrales abundan dentro del lago pantanoso de mi mente hasta una lila ha nacido ahí imaginate nada más Chuela, ya se que no puedes imaginar pero ojalá y me equivoque.
Decía Trunsky Centéno a su plantita Chuela, que tenía ese nombre pero su abuelita no acordaba que la plantita tuviera tantos apelativos en el mundo, ya que cuando se la regalo él le dijo: “ahora tengo que pensar qué nombre le pondré a esta plantita, que mira ya tiene ese nombre y es el genérico, pero también es una de esas enredaderas porque de esa manera crecen y también ese es su nombre, ese ya es su nombre propio, pero ese nombre propio no me gusta mucho, a lo mejor y otro nombre puede tener”. Su abuela con un tono de querer cortar radicalmente la platica sobre ese tema le dijo,” Esa plantita se llama, Teléfono y ese es su nombre y ya”. Trunsky Centéno sabía que el podía llamarle de otro modo, a pesar de que ya sería el cuarto nombre que le otorgara, pero ya que sabía que en muchos momentos charlaría con ella y necesitaba llamarle de alguna manera que le agradara a él a fin de cuentas era su planta y no podía protestar ella, o sí podía y si Trunsky Centeno veía que su planta en señal de protesta por el apelativo feo que el le había puesto, dejaba de crecer o crecía más lento pues le cambiaría de nombre, pero hasta ese momento le llamaba “Chuela”, como era una enredadera y se acordó de las habichuelas y le pareció pensar que una habichuela era como una planta que crecía y crecía como en el cuento ese del niño que sube por una planta y encuentra un gigante, así llamarle Habichuela a su planta, no le parecía ideal nombre para una planta más sí para un gato o gata, mejor Chuela, nombre digno para una planta y más para su planta con la que en ese momento platicaba, como ya se sabe acerca de cómo era posible que las benditas causas y azares se hayan conjugado para enjuagar su ser en algo tan lindo como lo que había sucedido.
Tocó el timbre Yeinulí del hogar de Trunsky Centeno, a este le parecía raro que a esa hora hubiera alguien en la puerta llamando, y salió
— ¿Quién es?
—Yo, Yeinulí.
— ¡Oh! Yeinulí, pero mira nada más mujer ¡oh!, que he hecho yo para merecer tan bendito regalo sin duda caído del cielo y es que ...
—Ya, ya no exageres sí Trunsky, sí pues ya ves, cómo estas, cómo te sientes... mejor que ayer supongo, por que supongo sí recuerdas lo que ayer sucedió, con eso que ni te acordabas si habías llevado tu bicicleta o no —en estas palabras ya se encontraban ambos sentados en el borde de una baqueta y Trunsky Centéno comenzaba a sentir algo que no previsto en el mapa celular de Yeinulí había registrado—, y ahí andabas diciéndome que te diera ti bicicleta con la que me habías ido a visitar, pero por favor Trunsky, sí tu llegaste...
Trunsky la escuchaba atento a todo lo que ella decía por el efecto de no lograr adivinar el porqué la bicicleta de ella estaba ahí, en su patio
—...llegaste caminado y sí recordaras que regresamos caminando y hasta parecía que todo lo que te decía nada entendías de pronto podía hilar una que otra frase que acordaba pero de un momento a otro ya te enlazabas a algo que ni al caso y bueno estuviste algo raro, luego te pones a decirme que si no te podía pasar tu bicicleta, ¡ah!, mira nomás en qué estado te encontrabas y así osas ir a visitarme
—Bueno Yeinulí, sí bebí un té muy delicioso que es una flor y de una flor, aquí nace como en Centroamérica es una flor tropical, y la verdad si es que sucedió eso de la bici, pues no recuerdo el preciso momento en que te la pedí, tal ves ahora que lo mencionas en mi mente comienza desenvolverse la imagen, de cómo cuando me dijiste que sería mejor que me fuera a mi hogar, al mirar dentro de tu patio mire mi bici la cual por supuesto no sabia que había llevado o no. Y bueno no hay excusa, recuerdo el camino claro y la luna y la energía que en forma de luz salía delos faroles que nos alumbraban, cuando tu crees que yo estaba un poco raro. Y también recuerdo eso del abrazo que dices te rechace y no fue así sólo mi cuerpo gelatina se volvió demasiado esa sensibilidad...
— ¡Ay sí!, ¡ay sí!, sensibilidad, pero cómo va ser así, sensibilidad hubiera sido que no arriesgaras tu vida de esa manera la primera ves que salimos a pasear y tu sabes que no fue solo un paseo, y tu arriesgando así tu integridad, pero dime crees que eso es ser sensible y consiente, crees que eres sensible cuando, sucede lo que paso ayer, pues que tu crees que eres un jovencito de qué edad o qué. No, no Trunsky así no se puede y mas que no se pueda, la verdad la que no puede soy yo, me podrías pasar mi bicicleta por favor.
Octavio Guerra.
Tocó el timbre Yeinulí del hogar de Trunsky Centeno, a este le parecía raro que a esa hora hubiera alguien en la puerta llamando, y salió
— ¿Quién es?
—Yo, Yeinulí.
— ¡Oh! Yeinulí, pero mira nada más mujer ¡oh!, que he hecho yo para merecer tan bendito regalo sin duda caído del cielo y es que ...
—Ya, ya no exageres sí Trunsky, sí pues ya ves, cómo estas, cómo te sientes... mejor que ayer supongo, por que supongo sí recuerdas lo que ayer sucedió, con eso que ni te acordabas si habías llevado tu bicicleta o no —en estas palabras ya se encontraban ambos sentados en el borde de una baqueta y Trunsky Centéno comenzaba a sentir algo que no previsto en el mapa celular de Yeinulí había registrado—, y ahí andabas diciéndome que te diera ti bicicleta con la que me habías ido a visitar, pero por favor Trunsky, sí tu llegaste...
Trunsky la escuchaba atento a todo lo que ella decía por el efecto de no lograr adivinar el porqué la bicicleta de ella estaba ahí, en su patio
—...llegaste caminado y sí recordaras que regresamos caminando y hasta parecía que todo lo que te decía nada entendías de pronto podía hilar una que otra frase que acordaba pero de un momento a otro ya te enlazabas a algo que ni al caso y bueno estuviste algo raro, luego te pones a decirme que si no te podía pasar tu bicicleta, ¡ah!, mira nomás en qué estado te encontrabas y así osas ir a visitarme
—Bueno Yeinulí, sí bebí un té muy delicioso que es una flor y de una flor, aquí nace como en Centroamérica es una flor tropical, y la verdad si es que sucedió eso de la bici, pues no recuerdo el preciso momento en que te la pedí, tal ves ahora que lo mencionas en mi mente comienza desenvolverse la imagen, de cómo cuando me dijiste que sería mejor que me fuera a mi hogar, al mirar dentro de tu patio mire mi bici la cual por supuesto no sabia que había llevado o no. Y bueno no hay excusa, recuerdo el camino claro y la luna y la energía que en forma de luz salía delos faroles que nos alumbraban, cuando tu crees que yo estaba un poco raro. Y también recuerdo eso del abrazo que dices te rechace y no fue así sólo mi cuerpo gelatina se volvió demasiado esa sensibilidad...
— ¡Ay sí!, ¡ay sí!, sensibilidad, pero cómo va ser así, sensibilidad hubiera sido que no arriesgaras tu vida de esa manera la primera ves que salimos a pasear y tu sabes que no fue solo un paseo, y tu arriesgando así tu integridad, pero dime crees que eso es ser sensible y consiente, crees que eres sensible cuando, sucede lo que paso ayer, pues que tu crees que eres un jovencito de qué edad o qué. No, no Trunsky así no se puede y mas que no se pueda, la verdad la que no puede soy yo, me podrías pasar mi bicicleta por favor.
Octavio Guerra.
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