21/2/10

Sobre razones y justificaciones.

Acabo de releer el manifiesto "Cuestión de enfoques", de mi púpilo y amigo Elrich McKenzie, y me sorprendió algo que no había percatado del todo en lecturas anteriores. Los manifiestos para las Vanguardias resultaban un texto programático que se lanzaba como un grito en el aire y que otros al escucharlo, decidían si lo seguían o no. En general, este tipo de escritos resultaba una manera de convocar artístas con que tuvieran inquietudes más o menos semejantes; es decir, los autores de dichos manifiestos buscaban exponer sus ideas con intención de convencer, o de poner el dedo en la llaga de lo que creían incorrecto, sea en el arte o en la vida.
Noté esta ocasión que mi querido amigo dice que no quiere convencer a nadie, que no le importa si le toman como un loco, incluso le importa poco (según dice) que pase desapercibido, y por supuesto el manifiesto no se dio a conocer más allá de un pequeño círculo de personas, de las cuales, pocas lo llegaron a debatir (a saber, el Cuarteto y yo), y nadie más que el creador, Elrich, lo "practica". Entrecomillo esto, porque en muchas ocasiones (y más últimamente), bien queda explícito que mi pupilo noquiere inovar, sino darles su merecido lugar de honor a los revolucionarios de la literatura, a los revolucionarios de los enfoques de la vida.
Creo que esto es lo que más fácilmente salta a la vista al acercarse a dicho trabajo de mi pequeño salamontes; lo mismo que su visión sobre el acto de llevar a cabo aquello interior, el acto es la perfección de las ideas, la libertad de creerlas, de crearlas y de soñarlas constituye la base de toda creación, de la vida misma (según Elrich, al debatir sobre dicho punto). Es lo más obvio de la exposición de mi joven aprendiz, pero hay algo que me dejó pensando, una intención posiblemente más profunda, de la que no estoy del todo seguro que nuestro Ente surreal (como se autodenomina) haya tenido intención de exponer. y esto se hubica en su idea sobre el Acto, pero no como la perfección, el acto como elemento de incongruencia (sin llegar al dadaísmo).
Me pregunto -pregunta váldia para cualquiera- para llevar a cabo una acción ¿realmente necesitamos una manera de justificarla? Si prestamos atención a cada cosa que hacemos, cada una está respaldada por una razón (sin prestar atención a cuán importante o relevante sea ésta) y cada acción hecha, en gran medida tiene una razón de ser. Para Elrich, el único móvil válido es el deseo, el simple hecho de querer hacerlo. Pensarlo debe ser estrictamente la antesala inmediata del Acto. En sumo grado puede sonar contradictoria la idea de no buscar razones de un acto cuando el deseo es ya en sí una razón para actuar; sin embargo, si prestamos atención, no es una razón válida limitarse a responder cuando se nos pregunta por qué hicimos algo y responder porque quería, deja vacía la razón, siempre y cuando ésta sea genuina y no oculte una intención que se quiera disimular.
Ésto suena incluso anarquista, pero ¿realmente necesitamos una justificación para hacer válido cada uno de nuestros pasos? ¿El dolor o el amor deben de tener una razón de ser? Si fuese así, ambos, incluso cualquier emoción, sentimiento o sensación no tiene razón de ser, porque no es algo que se deba inteligir, no son situaciones que estén al alcance de la razón del hombre: Existen porque deben existir, por sí mismas.
Creo que Elrich, lo mucho que he hablado con él y le he visto actuar, lleva por mucho esta idea anarquista, ver su sonrisa maliciosa en que planea algo... y lo mata decidiendo no llevarlo a cabo, fiel a su naturaleza contradictoria, y fiel a sus ideales, porque suspender la ejecución de lo pensado, resulta en contra de sus palabras, por lo ya expuesto (no llevar a cabo la "perfección" del pensamiento) y la fidelidad se hace notar con una frase tan absurda como él mismo: "se me quitaron las ganas". Escribe por impulso, por la necesidad de ver palabras, respira por monotonía adquirida, come por exigencia, vive por costumbre y tradición, sueña por exigencia, ama y se duele por convicción. Al final, cada acto queda ageno de él mismo, somete su existencia al rigor de hados que no comprende, comprueba a cada paso (perdido cada uno) el deseo de contradecir sus palabras.

Octavio Guerra.

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