Apenas supe loque pasó con la lectura de mis discípulos, inmediatamente pense, primero, en abandonarlos a su suerte, dejarlos quer naveguen tan sin rumbo como lo hicieron ante mi ausencia, en esta lectura que intitularon Sub Specie Aeternitatis. Afortunadamente, por problemas de salud, no pude presenciar sendo ridículo de mis castigados educandos.
Por lo que escuche de algunos espías que tuve en el evento, hubo equívocos, errores garrafales propios de proncipiantes, en cierta medida, me siento avergonzado de que los haya aceptado como discípulos. Lo que admiro, y aún no dejo de sorprenderme, es su maestría hacer versos, que si bien no es algo digno de laureles, están en el justo medio de la genialidad y la mediocridad.
Según las fotos que me envió Elrich y lo que me contaron mis espías, pasaré a criticar susodicho recital.
Elrich, según vi y me dijeron, recito en gran medida, con la cabeza gacha, y aunque, según me dicen, tuvo buen volumen, se estropeo por su postura de niño regañado en su rincón, y sú voz, aunque fuerte -dicen algunos-, fue llana y monótona. Mi gran amigo, Ardo, leyo con voz austera y lenta -de lo cual ya tengo experienia en otra lectura y que no dudo ni un ápice que lo haya repetido-, cuando bien pudo prescindir de ese tono tan cansadamente lento. Don Leontesinos, el insigne narrador,y que ha tenido más fama como prosista y satírico, tuvo un buen desemvolvimiento como poeta y pese a que -según dicen- le estorbaba un poco de música de cierto taller, pudo recitar bien, audible cuentan las buenas lenguas, e intervino con cierta certeza; pero, al igual que Elrich, con un estilo llano y monótono. De Jorge Lavalle, insinge sátiro, no puedo hablar como yo quisiera, porque cuentan algunos que, pese a su ingenio para recitar, sus cambios de dicción y entonación, hubo momentos, cuentan también las buenas y confiables lenguas, que hubo fallas no precisadas, pero que por designios divinos o condescendencia humana, salvó la lectura y hizo reír a más de uno.
Aunque indignado por su bajo y muy criticable desempeño, sobretodo, que usen mi nombre para colgarse de la fama que bien o mal, trabajo me ha costado ganarme para hacerse notar ellos sólos, por eso mismo, omitiré nombres y sólo les diré, que si vuelven a hacer una lectura semejante, además de prescindir de mi asistencia, y hagan el favor, si lo leen (que yo creo que lo harán, porque soy tan indispensable y tan difícil de ignorar, siendo ya una autoridad como la que soy) ya que saben donde han fallado, de arreglar sus pequeños infortunios.
Octavio Guerra.
Según las fotos que me envió Elrich y lo que me contaron mis espías, pasaré a criticar susodicho recital.
Elrich, según vi y me dijeron, recito en gran medida, con la cabeza gacha, y aunque, según me dicen, tuvo buen volumen, se estropeo por su postura de niño regañado en su rincón, y sú voz, aunque fuerte -dicen algunos-, fue llana y monótona. Mi gran amigo, Ardo, leyo con voz austera y lenta -de lo cual ya tengo experienia en otra lectura y que no dudo ni un ápice que lo haya repetido-, cuando bien pudo prescindir de ese tono tan cansadamente lento. Don Leontesinos, el insigne narrador,y que ha tenido más fama como prosista y satírico, tuvo un buen desemvolvimiento como poeta y pese a que -según dicen- le estorbaba un poco de música de cierto taller, pudo recitar bien, audible cuentan las buenas lenguas, e intervino con cierta certeza; pero, al igual que Elrich, con un estilo llano y monótono. De Jorge Lavalle, insinge sátiro, no puedo hablar como yo quisiera, porque cuentan algunos que, pese a su ingenio para recitar, sus cambios de dicción y entonación, hubo momentos, cuentan también las buenas y confiables lenguas, que hubo fallas no precisadas, pero que por designios divinos o condescendencia humana, salvó la lectura y hizo reír a más de uno.
Aunque indignado por su bajo y muy criticable desempeño, sobretodo, que usen mi nombre para colgarse de la fama que bien o mal, trabajo me ha costado ganarme para hacerse notar ellos sólos, por eso mismo, omitiré nombres y sólo les diré, que si vuelven a hacer una lectura semejante, además de prescindir de mi asistencia, y hagan el favor, si lo leen (que yo creo que lo harán, porque soy tan indispensable y tan difícil de ignorar, siendo ya una autoridad como la que soy) ya que saben donde han fallado, de arreglar sus pequeños infortunios.
Octavio Guerra.