29/1/09

Pró-logos

Lector o lectora nominada/o para ser un ser apreciable y digna/o del respeto de todos nosotros que luchamos incansablemente por radicar el tedio de vuestra insigne vida, el presente volumen presenta a los presentes y aun vivos escritores que, si bien no tienen nada que ver con el canon y su destructora forma de hacer las cosas, si contiene -aunque a vuestra merced se le concede el derecho de dudar de lo que digo- un tanto de eclecticismo, el cual retoma, si vuestra merced es atento y observador, un poco de vanguardias ya empolvadas y en desuso; no vaya a creer, no obstante, que nuestro deseo es resucitar la ya muerta andante caballería, porque sería profanar la ya mil veces profanada genialidad de nuestro dios y maestro Cervantes. No, lector o lectora imberbe, respetable e incluso ya ahora querida/o, vuestra merced hallará cosas dignas de no contarse y mucho menos de ser versadas, pero los autores creyeron pertinente hacerlo, ¿Por qué? Probablemente se pregunte, y será algo impertinente e incluso absurdo interrogar a los mismos autores de tal barbarie.
Si bien no existe una buena razón para escribir las chabacanas y peregrinas cosas que el presente volumen contiene, tampoco las hubo para no escribirlas, y aunque desconocidos en materia literaria mas no para algunas personas que los han visto en algún punto muerto en medio de vuestra hora, sabremos de ellos más de lo que esperábamos, pues, aunque el presente volumen antologado por distinto personajes expertos en el quehacer literario no contiene una biografía ni detalles de los autores, como el hecho de que Elrich Zahn es un anacoreta que se la vive leyendo en su casa y prefiere los libros a las personas o que Carlos Mackenzie sufre no sólo de una ligera paranoia, sino que es actual presa de la tan temida enfermedad psicológica llamada psicosis y otra igual de temible llamada esquizofrenia, o que Montesinos es tremendamente avaro con las palabras, así que si algún día lo llega a encontrar no espere que le vaya a hacer la plática, o como Ardo Castillo, quien redunda y habla hasta por los codos, o Jorge Lavalle, quien no le podremos encontrar ilación coherente a lo que dice; no, no hallara vuestra merced este tipo de información entre estas líneas que se recopilan, mas sí hallará vuestra merced, no obstante, vertidas aquí algunas partes que pertenecen sin temor a equivocarme a su ideología y su pensar; pero no deduzca vuestra merced que luego de leer este volumen campechano podrá saber leer su mente y deducir que lo aquí expresado es inmutable, porque un rasgo que caracteriza a nuestros autores implacables y unilaterales es el hecho de mudar de voluntad y de ideología cada que se les hincha el ego.
Mientras tanto, estimada/o lector/a, le adelanto, y me atrevo a decir como especialista literario reconocido por mis creadores, que usted pasará un buen rato con esta antología que rinde culto y alaba al buen humor y a la matización de ideas y sentimientos. Sin nada más que agregar, aproveche vuestra merced de este volumen y aprenda de él a no ser tan simple e ingenuo.
Ah… no se me debe pasar decirle a vuestra merced, que cualquier rasgo de egocentría, falta o exceso de escrúpulos, animosos deseos de insultar a algún particular, exceso de sarcasmo, ironía o cinismo o el obvio sinismo, faltas a la moral, a la realidad incluso a la verosimilitud, no es más que pura y singular coincidencia.
Que les aproveche.
Atentamente, su servidor, singular, amado, talentoso, maravilloso, execrable, llano e imitable personaje:

Octavio Guerra.